Muchos padres solicitan asesoramiento para llevar a cabo pautas de alimentación con sus hijos, ya que se encuentran en una situación de rechazo ante la comida que les lleva a tener alta ansiedad con este tema.
Muchas veces nos encontramos con niños que han tenido una lactancia materna adecuada, un cambio a biberón y papilla correctos, pero cuando llegan al cambio de textura de determinados alimentos ya más sólidos, rechazan los diferentes sabores y empiezan a mostrar alta selectividad en lo que comen.
La paciencia y la calma de los padres debe ser vital en este proceso de la alimentación para poder lograr una alimentación variada y equilibrada en el niño.
El aspecto prioritario que debemos cuidar es el de las «emociones», es decir, no mostrar negatividad, nervios, o estrés en el momento de la comida. El momento de la comida debe ser un acto familiar, sin televisión, ruido, y demás emociones que puedan trasmitir una presión o malestar al niño.
Tengo en mente, una frase que mi queridísimo padre, gran pediatra y buen conocedor del mundo de los niños que decía: » Lo mismo que tú no puedes comer cuando te dan una mala noticia o si te dan un disgusto porque en ese momento el estómago se cierra,pues lo mismo les ocurre a los niños, ante unas emociones de alta tensión o de negatividad».
Así que, antes de llevar a cabo pautas propiamente de alimentación tengamos en cuenta que las emociones son lo primero a tener en cuenta. Niños que llevan mucho tiempo en una situación de tensión con la comida, suelen mostrar rechazo de forma global a todo que se relacione con este hecho.
Por todo ello, descondicionar las emociones negativas y crear un clima agradable será la tarea más importante a realizar.
Una vez conseguido esto, la paciencia y consistencia en las pautas que llevemos a cabo será fundamental.
Sería bueno, introducir alimentos nuevos de forma periódica, semanalmente desde los 10 meses, aunque nuestro objetivo no sea que ya le guste al niño y se lo coma. Nuestra pretensión irá encaminada a que se familiarice con el alimento, que lo toque, juegue, lo manosee, se lo lleve a la boca y si se lo termina comiendo fenomenal, pero no es nuestro objetivo principal.
Evitar los picoteos entre horas que anulan el apetito y hacen que el niño sin hambre se enfrente a alimentos o texturas que no quiere probar.
Tener orden en las comidas, tanto en horarios como en ser sistemáticos en nuestras acciones y no ceder a poner biberones o retrasar a pautas de alimentación de estadios evolutivos anteriores.
Triturar los alimentos e ignorar sus reacciones de rechazo con calma, y mucho sentido del humor será fundamental.
Si además de esto, no conseguimos que coma, sería bueno consultar a un especialista en niños, que nos ayude en el seguimiento de introducir los alimentos y el cómo hacerlo.
Os dejo un vídeo de La Asociación Española de Pediatría dónde se tratan estas cuestiones de forma muy útil y sencilla.
Nos vemos pronto …en otra manzana de caramelo! 🙂